Y te pones a gritar, a dar saltos enormes, a bailar cuando más llueve. Sonríes todo el tiempo, dices cosas sin sentido y la menor de las tonterías te hace gracia. No te importa lo que digan los demás, ni el mayor de los insultos podría estropear esa sonrisa. Haces locuras que ni te imaginabas que podrías hacer. Sientes que puedes volar, que rozas el cielo, que estás en una nube. Comes a deshoras, sin importar lo que puedas engordar. Todo lo que hay a tu alrededor te parece perfecto, incluso la asignatura que más odias se convierte divertida. Pasas las horas frente a la pantalla del ordenador, y cuando ves su nombre, tu sonrisa aumenta, aun sin tener nada que decirle, ya eres feliz. Dibujas corazones en los márgenes de las hojas y suspiras en cada segundo. Tus ojos brillan como jamás antes han brillado. Y haces lo imposible por verle, solo por contemplar esa sonrisa que muestra cuando pasas a su lado.
Y es entonces cuando te preguntan: ¿Por qué haces esas estupideces? Estás Loca.
Y tú, con la más amplia de tus sonrisas, sabiendo que jamás lo van a comprender, que es imposible que te entiendan, que seguirán diciendo que estás Loca, te paras a pensar y lo único que puedes decir es: No estoy Loca, estoy Enamorada, aunque a veces, viene a ser lo mismo.
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